jueves, 26 de noviembre de 2015

Tú y tu medio cítrico con vitaminas implantadas

La sociedad crea.
La sociedad crea estereotipos.
La sociedad crea chicos.
Los chicos quieren estereotipos.
Los estereotipos nacen del miedo.
Hay miedo.
Miedo por no ser como los otros.
Clavada y sangrante espina que se hunde al ir en contra del viento.
Duele demasiado.
Te amoldas.
La chica no quiere tener miedo.
La chica imita estereotipo.
La chica no alcanza estereotipo.
Operaciones.
Moda.
Maquillaje dañino.
Artificiosidad.
Flor de plástico.
La chica no necesita agua.
La chica no posee agua.
El agua da vida.
El chico ya no puede beber.
El chico contento con estereotipo.
Sociedad vende.
Sociedad recibe.
Sociedad imita.
Sociedad ya no riega.
Diversidad.
Cambio.
Especial.
Ya son palabras desfasadas.
Estúpidas.
Como aquella persona que quiere ser otra.
No es no tener ideales.
Sino que el ideal te consuma.
No agua.
No vida.
No amor.
Sí consumismo innecesario.
Perder.
No ganar.
En fin.
Muerte.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Poder no es querer

Pude haber ido a batalla
y morir valientemente con la primera bala errante.

Pude haberme matado en la horca
y que al menos fuera barato ahogarme en un suspiro.

Pude haber tomado veneno
y habría sido fugaz la corrosión de mis entrañas.

Pude haber esperado a la enfermedad
y habría sido sencillo ver apagarse cada día mi luz.

Sin embargo quedé prendado de tu sonrisa,
y ya solo me queda morir
cobardemente,
a precio muy alto,
en larga letanía,
siendo lo más complicado que he hecho en mi vida,
pero eso sí,
morir de amor,

que cura una vida.

sábado, 7 de noviembre de 2015

No leas esto

No sé para qué vengo aquí si no tengo nada que contaros, sobre todo si ese plural es infundado pues quizá no existe siquiera el singular.
Sin embargo si de la nada puede surgir algo, de algo con lo que cuento e invento no sale nada.
Nada más tengo que decir, aunque me obligo a persistir, fiel creyente de encontrarla algún día, pues cuando creía que nada pasaría todo pasó, en forma de sueño, ensueño y volátil fantasía, espontánea imaginación que desata la sinrazón.

Dudaría en hablar de poesía, y si esto es prosa y no otra cosa, dime por qué las palabras riman con rebeldía.

De nada estoy hablando, pero eso no quita para que lo sienta todo, todo te cuento y de todo opino, ¿el indiferente? Un imbécil supino.


Total, ya he dicho toda la nada que tenía que decir; y me atrevo a asegurar la veracidad de la generación espontánea por cada momento en que sin comerlo ni beberlo mi mirada se tornó confusa y atontada por los ojos de una gata y la ya manida cascada de su pelo, no supe verlo y aun así lo hice, negándolo con mi vida por miedo a perderlo todo, perdón, nada.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Ni una más

Sueño con un mundo en el cual el término “machismo” se explique como un concepto histórico.

Ahora mismo, y espero que se mantenga el mayor tiempo posible, estamos hablando de 39 mujeres asesinadas a manos de sus parejas.
No encubramos las palabras diciendo “fallecimiento” o “muerte”, con las inocentes connotaciones y la inculpabilidad que conlleva, tratamos con asesinos, y sus motivos no son el Amor, son la obsesión que tiende a crecer, mezclada con poder e incluso exención de perjuicios fomentados y nacidos de una sociedad machista.

Y esta mierda de situación no es coyuntural, nace de la violencia estructural, cuando cada día se muestra a la mujer como un trozo de carne al que poseer, cuando se buscan unas piernas bonitas en un cuerpo de plástico, en vez de un cerebro vivaz, despierto, de doble filo, de acero.

Estas muertes nacen de personas que desean, pero no aman y que cuando poseen, olvidan; tirando a la basura su último juguete.
Estoy de acuerdo con aquellos que dicen que piropear a una tía por la calle es machismo, pues es un acoso permitido por la sociedad, si de verdad quieres hablar con ella, hazlo, no le grites como hacen los pastores con sus reses.


El machismo surge en muchas casas, con padres de mentes cerradas, donde faltan libros y a mí me faltan dedos en las manos para contar los anuncios donde lo fomentan, aunque, eso sí, en nuestras manos también está el convertir los puñetazos en caricias.

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