sábado, 7 de noviembre de 2015

No leas esto

No sé para qué vengo aquí si no tengo nada que contaros, sobre todo si ese plural es infundado pues quizá no existe siquiera el singular.
Sin embargo si de la nada puede surgir algo, de algo con lo que cuento e invento no sale nada.
Nada más tengo que decir, aunque me obligo a persistir, fiel creyente de encontrarla algún día, pues cuando creía que nada pasaría todo pasó, en forma de sueño, ensueño y volátil fantasía, espontánea imaginación que desata la sinrazón.

Dudaría en hablar de poesía, y si esto es prosa y no otra cosa, dime por qué las palabras riman con rebeldía.

De nada estoy hablando, pero eso no quita para que lo sienta todo, todo te cuento y de todo opino, ¿el indiferente? Un imbécil supino.


Total, ya he dicho toda la nada que tenía que decir; y me atrevo a asegurar la veracidad de la generación espontánea por cada momento en que sin comerlo ni beberlo mi mirada se tornó confusa y atontada por los ojos de una gata y la ya manida cascada de su pelo, no supe verlo y aun así lo hice, negándolo con mi vida por miedo a perderlo todo, perdón, nada.

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